EL MORANTES QUE REBOSÓ LA COPA



Fecha del envío: 06 Mayo 2013 - 9:50 am
Por: José Daniel Gómez S. @BlogVerdolaga
Blog Verdolaga

Ahora en la esfera de Atlético Nacional no preocupan solo los resultados, el bajo desempeño del equipo y lo complicado que le quedó la dirección técnica al profesor Juan Carlos Osorio. Resulta ser que hoy por hoy, a falta de los desaparecidos argumentos que evidencia el juego del equipo, una parcial de la hinchada Verdolaga fija sus críticas en elementos que le son completamente ajenos al fútbol, y de hecho, al equipo.

El asunto del domingo no era señalar a Néider Morantes por gordo –como lo hicieron con Sherman por bajito-, o muchísimo menos emprender un rosario de madres en su contra, por hacer lo que le corresponde. Estamos claros en que cada quien hace y dice lo que quiere, pero apelar al insulto contra un jugador, que aunque veterano tiene una calidad innegable, y que además  nos hizo la fiesta solo, me parece irresponsable.

Fijémonos en Nacional, en lo que teníamos que hacer nosotros para contrarrestar lo que tanta indignación les produjo, y que evidentemente no hicimos. No me interesa defender a la persona, ayer domingo fue Néider, mañana puede ser Pepito Pérez y pasado mañana Perico de los Palotes; me preocupa en realidad es que en crisis semejantes de fútbol, y valga la redundancia, nos olvidemos de hablar de fútbol.

Lo que hizo Envigado, en cabeza de Néider Morantes, maestro catedrático de muchas de las supuestas figuritas del fútbol de hoy, fue de resaltar. Los dirigidos por Juan Carlos Sánchez supieron asimilar unos primeros 20 minutos de pura ofensiva de Nacional, de cambios de frente; fueron “víctimas” de la movilidad que propuso el equipo, de la rotación en el frente de ataque, de los movimientos imprescindibles que hacían de afuera hacia adentro y viceversa; de los arranques por los costados, y en general, de la agresividad que mostró el Verde. Pero en eso nos quedamos, en esos primeros pasajes de buen fútbol, que a decir verdad, abrían inmensas esperanzas.

Sin embargo, como ya lo venía diciendo, el equipo local supo esperar, aguantó, permitió un desgaste, y cuando Nacional menos lo esperaba, Envigado lo atacó por donde mejor sabe hacerlo: teniendo el balón, abriendo espacios y aprovechando contragolpes. El equipo se fue encima y los de Osorio, a partir de ahí, jugaron a merced del ritmo que a Morantes se le antojaba. Entonces el punto no era caerle a un experimentado jugador que sabía lo que estaba haciendo, era fijarse más bien en el mal partido que se jugaron nuestros laterales, en lo inseguros que estaban nuestros centrales, en la poca propuesta ofensiva en la que se sumió el equipo, en la grieta futbolística que tenía Nacional en el medio campo y/o en los malos lanzamientos de costado. En fin, en todo ese tipo de cosas que, en términos futbolísticos, achicaron e hicieron ver feo, muy feo a Nacional.

Ahora bien, aunque algunos aún lo quisieran, es imposible pretender que Juan Carlos Osorio no tenga o deba asumir la responsabilidad. Nos fuimos al medio tiempo perdiendo, y para el segundo no hubo cambios, ni de actitud ni de jugadores, salvo el obligado que hubo con Stefan Medina. No cabe en la cabeza que, como sucedió en el 4 – 0 contra el Tolima, saque a Sherman para meter a Pérez (en Ibagué, fue Guisao por Sebastián. En el banco se quedó Cárdenas) y que Uribe, ante la obvia falta de respuesta de Duque y Ángel, siguiera en el banco. El cambio anhelado por muchos –y me incluyo-, que significaba el supuesto cambio de ritmo en Nacional (hablo de Mosquera), tampoco se notó en el campo.

De esa forma, y para llevarlo a la práctica, Envigado hizo todo lo mejor y Nacional todo lo peor. El primero supo acomodarse en la cancha, supo jugar inteligente y supo llevar a Nacional hasta sus extremos incómodos, cerrándole los espacios, presionando la salida, escalonándole marca y generándole fútbol. Los nuestros, por su parte, no daban pase limpio, no recuperaban un balón en el medio campo, estaban mal parados y no sacaban  medio centro bueno, entre otras tantas cosas. Lo más triste del caso es que Osorio lo advirtió (porque ese crédito sí hay que dárselo), sabía a lo que se enfrentaba, tenía claras las virtudes del rival, pero nuevamente quedó demostrado que del dicho al hecho hay mucho trecho.

A estas alturas del paseo, los culpables de esta historia somos todos, sobre todo aquellos que culpan a Néider por nuestra desgracia de ayer. Porque de la misma forma en que lo señalaron ayer a él, han depositado vergonzosas justificaciones en árbitros, en el estado de la grama, en el clima, en la hora y en el color del uniforme, por no decir otras, cuando el culpable es solo y nadie más que NUESTRO EQUIPO.  No apoyemos la mediocridad, es un ejercicio que de paso nos sirve para conservar una humildad que no nos quita lo grandes, y es demostrarle el respeto a los que saben con el balón, jugándoles bien.

Más de un año cumplió Juan Carlos Osorio en Nacional. No tenemos identidad, no  hay coherencia entre los trabajos de prácticas y los partidos; el futuro es incierto y la credibilidad en el equipo es como nuestra posición en la tabla, sube y baja.

Saludos.
¡Soy del Verde… Soy Feliz!
José Daniel Gómez S.
@JoseDaniG
Columnista del @BlogVerdolaga (www.blogverdolaga.com)