HERMAN 'CAREPA' GAVIRIA, 10 AÑOS DESPUÈS 25/10/2002

25/10/2002
Los largos viajes y las tediosas concentraciones con la selección Colombia o Atlético Nacional, por esa época, eran distendidos por el juego de cartas de las cuales “Carepa” Gaviria era protagonista habitual.


Era un grupito de jugadores que siempre buscaban entre ellos los puestos más cercanos en el avión o en el aeropuerto para “taurear”: “Chonto” Herrera, Diego Osorio, Mauricio “Chicho” Serna, Faustino Asprilla, Andrés Escobar y el locutor Múnera Eastman, jugaban horas y horas siendo capaces de canjear una silla de avión por cualquier cosa con tal de estar cerca.

Jugaban por apostar o por el simple “vicio” de hacerlo. Así en medio de esas largas horas, aprendí dos cosas: a jugar “apuntao” y a conocer a los jugadores de fútbol fuera de las canchas, como seres humanos de carne y hueso que ríen y lloran como cualquier otro. De esa manera conocí a Herman “Carepa” Gaviria Carvajal.

“Carepa” era un tipo alto y delgado que sonreía constantemente, como quien disfruta en la vida con lo que hace. Era jugador de fútbol hasta lo más profundo de sus huesos, sabia que lo suyo no era la floritura con la pelota, pero de vez en cuando se fajaba sus jugadas o marcaba sus goles.

Fiel exponente del “mamagallismo” garciamarquiano de los habitantes del caribe antioqueño: Turbo, Apartadó, Carepa que son una mezcla extraña de raza y costumbres; paisas acosteñados o costeños apaisados, donde el fútbol es religión. Herman Gaviria salió de allí en busca de la gloria en medio del olor pegajoso del banano con ritmo vallenato en su venas y la nostalgia de las fiestas de “San Pacho”; llevando tan solo una caja de cartón repleta de sueños.

Decía que él era de toda la región, -“nací en Turbo, me crie en Carepa y estudié en Apartadó ¡para qué más!”, -me confesó en una entrevista donde hablamos de todo menos de fútbol.

En la cancha era un avestruz de piernas largas y fuertes que siempre fueron retén de viga en el medio campo de los equipos que defendió. Alto, de cabeza pequeña, corría con la elegancia de ese extraño animal de cuello largo que todo lo alcanza.

Laboraba como obrero del medio campo haciendo sentir su presencia y temperamento; cliente habitual de las tarjetas explicaba que lo suyo era evitar la creación de fútbol por parte del equipo contrario, que las expulsiones eran parte de su rol.

Increíblemente en el ultimo partido de su vida, Deportivo Cali vs Nacional, no le mostraron tarjeta, el árbitro Henry Cervantes lo felicitó por su buen comportamiento. Al finalizar el encuentro, “Carepa” llegó al vestuario de los árbitros y le regaló la camiseta del Deportivo Cali, a los cuatro días murió fulminado por un rayo. Cervantes conserva esa prenda como su más triste recuerdo.

Vanidoso como todo jugador de fútbol era amante de las lociones, herencia de “Pacho” Maturana quien le enseñó a los jugadores colombianos a darse status desde la forma de vestir y oler. Cuenta Oscar Julián Ruiz que un día, le sacó una tarjeta y el flaco corrió a rezongarle, “él vino a protestarme una decisión. Cuando se acercó, yo sentí que olía bien y le pregunté: “¿Carepa, qué perfume tiene? Él me respondió: Tommy, ¿por qué? Huele bien, le dije. Entonces se le olvidó por qué venía a protestarme…” Así era él. Seguramente entre sus más íntimos se vanaglorió de su buen gusto olfativo contándoles el apunte de un árbitro ¡que lo había tarjeteado!.

Hoy, “Carepa” no está, se marchó hace ya diez años -junto con Giovanny Córdoba un novel jugador que prometía con sus goles convertirse en gran figura del fútbol mundial-, pero su recuerdo sigue intacto entre los que tuvimos la suerte de compartir con él, en medio de esas largas y difíciles travesías por el mundo del fútbol… aun hoy en medio de tanta nostalgia sus amigos de siempre lo extrañamos y nos parece verle sonreír o lanzar algún apunte gracioso que nos saque del estrés y la rutina. Fuente: Rafael Villegas, Bogotá en Capsulas de Fùtbol.